viernes, 17 de octubre de 2014

Lo estoy intentando



Les comparto lo que pensé que era el artículo "Estoy intentando hacerme amigo del miedo", de Carmen Vázquez Da Rosa, publicado el 12/08/2014 en el site Punto Hispano.  Realmente es la letra de la canción "Lo estoy intentando", de Nach Scratch.  Igual me gustó.

 
* * *

Estoy intentando hacerme amigo del miedo
Y reírme a carcajadas de él cada vez que puedo.
Estoy intentando sonreír a cada niño con el que me cruzó,
Y sumergirme en cada relación con el oficio de un buzo.
Créeme; lo estoy intentando.

Estoy intentando no darle importancia
Al hecho de que no seas como te había imaginado y no desilusionarme por haberlo intentado.
Estoy intentando jugar sin que me importe el resultado,
Y relajarme cuando no es el esperado.
Créeme; lo estoy intentando.

Estoy intentando ser consciente
De que el sol sigue allá arriba y las estrellas me guían a dónde mi corazón siente.
Estoy intentando controlar mi ira,
No tragar de golpe y así, poco a poco,
Saborear la vida.

Estoy intentando decir la verdad
Y hacerlo de la manera que menos duela, con tacto y de frente.
Estoy intentando no echar la culpa a otros
Cuando algo sale mal y aceptar mi verdad, que soy yo el responsable de lo que me pasa.
Salir de vez en cuando de esta ciudad áspera y artificial y buscar lo más natural.

Estoy intentando aprender a sonreír
Cuando me demuestran que me equivoco,
A dejar de disimular que soy un poco loco,
A sentir la energía de cada pequeña cosa que toco.
Créeme; lo estoy intentando.

Estoy intentando dibujar sonrisas en mi gente...
Intentando decidir si prefiero unos ojos o unos labios.
Estoy intentando memorizar cada sueño cuando me despierto,
Y caminar sin dudar porque cada instante de duda;
Es un instante muerto.

Estoy intentando hablar más con desconocidos,
Y no girar la cabeza cuando alguíen me mira y me incomoda demasiado.
Estoy intentando ser neutral y objetivo.
Tomarme la vida con la perspectiva del que no se queja,
Aun que tenga algún motivo, procuraré ser positivo.

Estoy intentando escribir y vivir, para volver a escribir y revivir lo vivido.
Y hacer de ese circuló un maravilloso jardín en el que existo!
Estoy intentando callar cuando no sé que decir,
Plantarme y discutir; antes de agachar la cabeza y huir.
Créeme; lo estoy intentando.

Estoy intentando dar de comer a cosas invisibles a los ojos
Y a enamorarme de cosas insignificantes...
Y a no dar importancia a esas cosas
Que nos venden como grandes.

Estoy intentando pensar más en los que me quieren,
Reírme de mis errores y no temer a equivocarme.
Estoy intentando que mi corazón no se acelere
Si se acercan quienes me incomodan.

Estoy intentando asumir que el mundo no es justo,
Y que el rencor de otros es lógico, pero no me asustó.
Y que el amor se marchita si no lo riegas, y lo pierdes si no lo cuidas.
Y que la muerte no avisa cuando llega,
Y que quien juega limpio no siempre recibe apoyo.

Estoy intentando dedicar más tiempo a mirar las estrellas,
A beber más agua, a abrazar, a besar, a escuhar...
Y a dar muestras de afecto sin un motivo aparente

Estoy intentando ser más imperfecto,
Hacer lo incorrecto, ser más imprudente.
Estoy intentando liberar al payaso
Que encerré en la la maleta de la vergüenza por miedo al qué dirán.
A no hacer algo por qué lo hagan los demás.
A hablar con los animales y tratarlos como a iguales.

Estoy intentando ser más insensato,
Y así amar, entregarme sin medida
Ser felíz, aun que sea a ratos
Y darle un sentido grande a esto que llaman vida.
No sé si lo conseguiré, pero créeme...
Lo estoy intentando.

Lo estoy intentando...

jueves, 16 de octubre de 2014

Morir a lo que se ama


Les comparto el artículo "Morir a lo que se ama", de Carolina Jaimes Branger, publicado el 06/10/2014 en el site runrun.es.  Quizás les saque las mismas lágrimas que a mí...

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Para mi hija Sofía


“Partir es morir un poco” dijo el poeta francés Edmond D´Haracourt y añadió “es morir a lo que se ama”. Por eso irse siempre es difícil.

Pienso en tantos venezolanos que han decidido que es mejor morir a lo que aman que morir a manos del hampa. En quienes pensaron que ciertamente es mejor morir a lo que aman que ser unos “sin futuro”, no importa cuántos títulos universitarios posean. En quienes dignamente decidieron morir a lo que aman y marcharse a trabajar a otro lado, antes de hacer negocios rojos rojísimos, que no solo ensucien sus manos, sino sus conciencias.

Estos venezolanos han hecho sus maletas y se han marchado a otros derroteros a buscar lo que aquí no encontraron. Derroteros de los que probablemente vinieron sus abuelos y sus bisabuelos, cuando Venezuela era el país al que la gente venía, no el país de donde la gente se va. Parece que en esto de las migraciones humanas, el círculo de la vida también se cumple.

Cuando mis hermanos decidieron que querían irse a estudiar a los Estados Unidos, mi papá les hizo una serie de consideraciones para que estuvieran seguros del paso que estaban dando. Recuerdo que les dijo “ustedes de ahora en adelante van a ser ciudadanos del mundo… No van a pertenecer a ningún lado en particular y eso es una decisión dura”…

Tal vez como muchachos de dieciocho y diecinueve años que eran, no entendieron la carga de responsabilidad, compromiso y madurez que conllevaba esa aseveración. Se iban a estudiar, sin saber si se quedaban o regresaban. Cuando uno es tan joven, no sabe qué va a hacer en un par de años.

El “síndrome del exiliado” lo percibo cada vez que hago contacto con personas que se fueron del país. Físicamente están lejos, pero mental y emocionalmente viven aquí. No importa cuán bien, cómodos y seguros estén donde estén. Muchas veces se enteran de cosas que suceden aquí antes que nosotros mismos, pues las ansias de saber, de no despegarse, son inconmensurables.

Y es cuando el sentido de pertenencia se vuelve referencia. Uno pertenece al sitio donde hizo los primeros amigos, donde jugó, donde se llenó de tierra, donde lloró.

Uno pertenece al sitio donde se enamoró por primera vez, donde bailó pegado, donde se dio el primer beso, donde se embarrancó con el primer despecho.

Uno pertenece al sitio donde cantó, donde se rió a carcajadas, donde hizo travesuras, donde lo regañaron, donde se estrelló contra la realidad. Uno pertenece al sitio donde están enterrados sus muertos, donde celebran sus vivos, donde el cielo es azul como en ninguna otra parte. Uno pertenece a sus alegrías, a sus tristezas, a sus recuerdos. A lo que deja atrás, porque lo que queda atrás se ve a través del cristal de los sentimientos. Uno pertenece a las desazones y a las desesperanzas, a los acuerdos y controversias, a lo malo y a lo bueno del lugar donde nació. Por eso irse es morir un poco…


Los aeropuertos internacionales se han convertido en escenarios de desgarradoras escenas de despedidas y de familias divididas. Lo peor es que no ha sido por una guerra, una hambruna, un terremoto o cualquier otra situación desoladora. Ha sido por causa de una “revolución” que ha convencido a la mitad de los venezolanos que lo que no saben, no tienen o no han alcanzado es por culpa de la otra mitad. Por unos ñángaras que han estado toda la vida detrás del poder y que cuando finalmente lo lograron llegaron con sed de venganza, y encima destrozaron y saquearon el país… Solo en eso han tenido éxito. El país está devastado política, económica, social y moralmente.

Cada vez que se va un muchacho, hay un pedazo de patria que se va con él. ¡Pobre del país del que se van sus jóvenes! Se va el futuro, se va el presente… Un país no puede vivir solo de pasado.

“Partir es el último verso de un poema… y hasta el adiós Supremo, es su alma que se siembra, que se siembra en cada adiós… ¡Partir es morir un poco!”…