martes, 5 de julio de 2011

Roberto



Toda la vida le he conocido a mi mamá una sola amiga, una portuguesa que, quizás por europea, quizás a fuerza de recibir golpes de la vida ambas por igual, se ha hecho su inseparable. Ella ha estado tanto en las buenas como en las malas, tanto cuando mi madre -o cualquiera de la familia- ha necesitado una mano, una cola, un apoyo, como cuando era el momento de compartir una alegría.

Ella ha estado en casi todos los nacimientos de la familia, en muchas de las hospitalizaciones, y en todos los entierros. Han compartido lágrimas, se han disfrazado juntas de payasas, y en general, han vivido muchas, muchísimas cosas, buenas y malas, una al lado de la otra.

Ella es familia.

Sus hijos también se han mezclado mucho con nosotros: su hija mayor estudió bachillerato conmigo, y sus hijos menores iban un año por arriba o por debajo de mis hermanos. Hemos ido a la playa juntos, hemos tomado cerveza, les programé el control de su televisor, y ellos le montaron unos anaqueles a mi abuela hace años.

Hoy en la madrugada, entre cinco y seis de la mañana, el mayor de sus hijos varones, el de 25 años, salió en su moto a darle la cola a un amigo a Carapita, una zona no muy buena de la ciudad. Presintiendo quizás algo, mientras se le acercaban tres desconocidos, abrió su celular y llamó disimuladamente a su esposa.

Ella, en la cama junto a su hija recién nacida, escuchó mientras lo mataban.

De ocho disparos le quitaron la moto, la cadena y la vida. Algunos dicen que fué porque trató de defenderse con la pistola que cargaba, por su trabajo de guardaespaldas de un diputado; otros, que no la sacó. Algunos dicen que los asesinos vieron su carnet de funcionario del gobierno y lo mataron como venganza anónima; otros, que no. Sea como sea, tres personas mataron a uno de los jóvenes más decentes que he conocido y luego le robaron; tres personas que, estoy seguro, jamás se sabrá quienes fueron, jamás nadie castigará, ni aún luego de haber golpeado al gobierno.


No puedo sino imaginar el dolor que debe sentir su madre por el hijo a quien mataron sin razón, el sufrimiento de la esposa que queda sin apoyo, de la hija que no recordará a su padre. No puedo sino imaginar lo destrozadas que quedaron esas mujeres, o su hermano menor, que salió de madrugada a buscarlo sintiendo desde antes que no había nada que buscar; o su padre, que recogió con sus propias manos su cuerpo de la calle, y se sentó a llorar a su lado...

Escribo esto con lágrimas en los ojos y en el corazón. Quizás alguien de tu familia lo lea, o quizás no; sea como sea, espero que no lo tomen a mal, sino como lo que es: una despedida a alguien que, más que amigo, fué familia.

Hoy no pude ir a despedirte. Mañana estaré allí para decirte adiós, Roberto.


Viernes noche, un Comediante murió en New York. A nadie le importa. A nadie excepto a mí. -- Rorschach (Watchmen)

1 comentario:

Belkys C. Hernández M dijo...

La madrugada del sábado le ocurrió algo parecido a un compañero de trabajo de mi mamá. No conocí a la persona en cuestión, por lo que mentiría si digo que me dolió, pero sí me impresionó mucho y me conmoví por lo que podía estar pasando su familia. Para mi mamá, el muchacho era alguien que le "daba chispa" al lugar de trabajo (palabras de ella), que el día anterior había estado jugando muy alegremente con los niños del preescolar (donde mi madre es maestra). Salió de una fiesta en Catia a "darle la cola" a alguien que necesitaba una tarjeta telefónica, para cruzarse con unos mal vivientes que le quitaron la vida por su automóvil que no era de último modelo, ni llamativo, más bien modesto, pero que servía para sus fines de ese momento. Según mi mamá, luego de ofrecer resistencia por ser funcionario policial, literalmente lo cocieron a tiros, por lo que hubo que hacer algunas reconstrucciones en su cuerpo para efectos del funeral. No me duele como alguien cercano, pero como en aquel momento, ahora de igual manera en el caso de Roberto, siento rabia y sobre todo mucha frustración. ¿En qué clase de ciudad vivimos? ¿Qué clase de gente nos rodea?. Mis condolencias...