jueves, 9 de septiembre de 2021

Día de lanzamiento


Poco a poco, Esperanza despertó.

Se sentó en su cama, aún adormilada, mientras poco a poco la conciencia volvía a ella, y con ello, el recuerdo del día que era.

Un chispazo de energía la recorrió al recordar la fecha, y de inmediato se levantó de la cama.  Ducha, ropa, comida: en pocos minutos salió de su casa, mochila al hombro, y corrió a la base central.

Hoy era el día del lanzamiento.

La ciudad estaba, como siempre, atestada.  La población se reproducía y reproducía, y no habia suficientes recursos ni espacio para mantenerlos a todos.  Fue precisamente la sobrepoblación lo que hizo que los lanzamientos se hicieran realidad: lanzar naves a través del agujero, buscando mundos habitables y sustentables, a donde mover a todos.

Saludó al guardia de la base, quien la dejó entrar sin detenerla para revisar sus credenciales: sabía quién era la Capitana del lanzamiento de ese día, por supuesto.  De hecho, la mitad de la base lo sabía: a medida que Esperanza se acercaba a su destino, multitud de operadores la saludaban con una inclinación de cabeza, una sonrisa, o incluso algún abrazo.

Al llegar a la habitación de control, ya su equipo estaba presente, vistiéndose con el uniforme de viaje.  El nerviosismo era notorio, pues esta misión ya no era un simulacro, sino un lanzamiento real: algunos reían, otros callaban perdidos en sus pensamientos, pero todos tenían lo mismo en la mente.

Era el día del lanzamiento.

Las horas pasaron como segundos: todos terminaron de equiparse, revisaron una última vez el plan de vuelo, disfrutaron de un último brindis, y abordaron su nave, donde comenzaron los chequeos de rutina antes de cada vuelo.  Como era de esperar, todo estaba perfecto.

Poco a poco, los voluntarios abordaron también la nave.  Numerosas familias e individuos que se ofrecieron para formar parte del lanzamiento, y buscar fundar colonias en los mundos a donde la misión los llevara.

Esperanza se relajó mientras el abordaje terminaba, y revisó en sus pantallas la primera etapa de su viaje, la única conocida: el agujero...

"θ Sutaem-44", o "el agujero", como era conocido coloquialmente, era un portal, una especie de agujero de gusano, que aún no alcanzaban a comprender del todo.  Era el único camino viable para poder salir del espacio conocido, y la verdad, no terminaban de entender a dónde los llevaría...  Pero sabían que era la esperanza que podía brindarles un futuro.

El agujero llenaba a Esperanza de alegría y aprensión: podía ser la salvación de su gente, o podía ser una trampa sin retorno.  No habían sabido nada aún de las misiones previas que lo habían atravesado, pero detener la exploración no era opción: la ciudad, simplemente, no soportaba más población.

Al final, la hora del lanzamiento llegó... Esperanza ocupó su lugar: como capitana de la nave tenía a su cargo la operación de la misma, desde su despliegue, hasta atravesar el agujero, hasta su destino final, la aventura que hoy iniciaba.

La capitana dió la orden de encender los motores, y comenzó su aviso por los parlantes de la nave, indicando a todos los pasajeros que ocuparan sus asientos y ajustaran sus cinturones.  Con una gran vibración, la nave comenzó a elevarse, primero lentamente, como con pereza de romper los amarres que la mantenían en el suelo, y luego ganando cada vez más y más velocidad, adentrándose en el cielo, en el espacio, y por último en el agujero.

En la cabina, la tripulación revisaba los instrumentos, con la precipitada exactitud que brindan las horas de práctica, asegurando el curso de la nave.  Un silencio sepulcral, solo roto por el grave retumbar de los motores, los absorbió, a la vez que se adentraban en el agujero.

Esperanza distinguió la luz al otro lado, y aguantando la respiración, mantuvo firme el rumbo...

* * * 

- AAAARGH!!!

Con un sonoro gemido, Esteban eyaculó.

Respiró unos momentos y luego se lavó las manos y el pene en el lavamanos, así como las salpicaduras que había hecho en el suelo, subió sus pantalones, y continuó con su día.

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