martes, 4 de noviembre de 2008

El Circo


- Bienvenidos sean todos! -clamó el presentador, un hombre de mediana edad, delgado, vestido con una levita roja, pantalones blancos, y botas y chistera negros- Bienvenidos al circo! Esta noche serán testigos de cosas increíbles! Prepárense para vivir emociones que nunca habían disfrutado! Hadas danzarán para ustedes, hombres-lobo harán acrobacias en los trapecios! Dragones harán dibujos en el aire con su aliento de fuego!

La multitud aplaudió, emocionada, mientras el presentador seguía prometiendo maravillas para la noche, hasta que al final salió de la pista tras presentar al primer acto de la noche; una hermosa dama, vistiendo licras de color fucsia que parecían estar envueltas en gasa tan suave como la niebla, entró con una docena de perros, todos idénticos entre sí, y todos ellos caminando en sus patas traseras como si aquello fuera lo más normal...

Mientras todos miraban embelesados como los perros hacían acrobacias, el presentador suspiró. Nunca había disfrutado del acto completo, pues siempre habían cosas que hacer; siempre tenía que estar pendiente de que el circo se mantuviera, sin poder descansar ni una noche... Suspirando de nuevo, se puso su monóculo de rubí, y miró al público

Vió a todos ellos, a cada uno, en la misma posición que estaban antes de colocarse el lente. La mayoría se veían igual que antes, salvo por el leve tinte rojizo que coloreaba sus rostros, pero algo había cambiado en unos pocos: algunos tenían cabezas de animales, quimeras de pesadilla que movían sus fauces en una cruel imitación de la risa; otros estaban desnudos, o con heridas en la piel; a otros más les faltaban los ojos o la boca, o incluso todos los rasgos, o tenían la piel teñida de los más extraños colores...

Siguió viendo hasta encontrar lo que buscaba: un niño que estaba rodeado de un brillante aura blanca. Lo vió reir emocionado, admirando como los payasos hacían sus payasadas en la pista...

Era perfecto.

El presentador guardó su monóculo y entró de nuevo en la pista mientras los payasos se iban montados en un carro diminuto y, mirando a la audiencia, les anunció la presentación del mago. Un individuo pálido, con una rojiza barba de carnero en el rostro, y vestido completamente de negro, apareció a su lado entre una nube de humo, y habló al público sobre las mágicas tierras que había recorrido en su vida.

Mientras el presentador salía de la pista, un par de chicas, de verde piel cubierta por escamas, arrastraron hasta el centro de la pista una pesada caja donde cómodamente hubiera entrado un hombre de pie. Apenas la caja estuvo en su posición, el mago anunció que ahora necesitaría la ayuda de alguien del público, y que dejaría que el azar, el destino, eligiera, usando el número de la entrada de los presentes...

El mago sacó un papel de su sombrero, y dramáticamente, dijo el número del niño.

Emocionado, el ganador se puso en pie, rodeado del aplauso del resto del público, y de las sonrisas de sus padres. Bajó las escaleras de dos en dos hasta llegar a la pista, hasta la caja que el mago había abierto.

Luego de que el niño entró en la caja, el mago la cerró, e hizo unos pases mágicos con su varita. A continuación, y para asombro de todos, comenzó a plegar la caja sobre sí misma: primero por un lado, luego por otro, luego por el primero otra vez... Hasta que al final quedó en sus manos con una caja similar a una caja de zapatos. Levantó la tapa y volteó la caja, y trabajosamente salió de su interior un payaso largirucho, que había sido usado como manguera por sus colegas en el acto anterior.

La multitud aplaudió a rabiar, cada quien hablando con su vecino sobre cómo el mago habría logrado aquello, y dónde estaría el truco. Mientras el público aplaudía, disimuladamente uno de los payasos, un enano regordete, se aproximó con una sonrisa a los padres del niño, indicándoles que lo siguieran. Tras salir de sus puestos, el payaso los llevó hasta donde estaba el presentador, que les dijo que los llevaría hasta donde estaba su hijo.

- Qué pasó con su publicidad? -preguntó la madre al presentador, mientras avanzaban por un pasillo de paredes de lona que se adentraba en el desconocido interior de la carpa.

- Cómo dice?

- Los vimos por casualidad. No sabíamos que estaban en la ciudad. Qué pasó que esta vez no hay publicidad? Es el primer circo que veo que no reparten volantes!

- A veces, el negocio no da chance de hacer todo lo que quisiéramos, señora. Y sin embargo, miren como esta noche la carpa se encuentra llena a reventar. Cosas del circo... Siempre tenemos público.

- Es cierto... -respondió pensativo el padre.

- Cuánto tiempo lleva en el circo? -contraatacó la madre- Debe ser una vida emocionante!

- Desde siempre, señora. No recuerdo otra cosa. Y a decir verdad, no la cambiaría por nada en el mundo, aunque no le niego que a veces me entra añoranza de otra vida, una que no tengo... Pero asumo que eso le pasa a todos, no es cierto? Por aquí, adelante...

El presentador hizo a un lado un pesado cortinaje, dejando pasar a los padres y al payaso, que aún los seguía, a una habitación más oscura que el pasillo que acababan de abandonar. Al entrar, los padres vieron a su hijo desnudo, encadenado a una pared, con una nariz de payaso a modo de mordaza en la boca. Sus miradas pasaron al instante de la duda a la indignación, pero sus quejas y sus gritos murieron con ellos.

Unos dientes largos y amarillentos, los dientes del payaso, abrieron el cuello de la madre, y un pesado mazo, esgrimido por unos brazos a los que no les dió tiempo de ponerle dueño, destrozó el cráneo del padre. Sin esperar, el payaso se sentó en el piso, ante la mirada anegada en lágrimas del niño y sus esfuerzos por gritar, y comenzó a devorar la carne de los padres con el placer de un gourmet. Al fondo, los aplausos del público resonaban...

Un par de monos entraron y arrancaron el cuero cabelludo de los cadáveres, colocándoselos como grotescas pelucas en sus cabezas. El mono que usaba el cabello del padre le quitó el saco al cadáver, sucio de tierra y barro, y se lo colocó, mientras que el mono que lucía el dorado y ensangrentado cabello de la madre se colgó como pudo el desgarrado vestido sobre su cuerpo. Un tercer mono entró, terminando de colocarse la ropa que el chico había usado unos minutos atrás, y los tres juntos salieron renqueando de la habitación por el pasillo por el que los humanos habían entrado dos vidas antes.

El presentador los siguió, y vió como los monos avanzaban hasta el puesto en el que habían estado los padres y el niño. Los vecinos de puesto los vieron como si fueran lo más normal del mundo, e incluso les hablaron, sonrientes, preguntándole al chico si lo había pasado bien.

Cuando un par de horas después la función terminó, los monos salieron del cine junto al resto del público, tres gotas más de agua en una marejada de gente. El presentador los vió alejarse, sabiendo que los alcanzarían en el próximo pueblo, como siempre, luego de que hubieran acomodado lo que fuera necesario acomodar para que sus desapariciones no atrajeran miradas indeseadas.

Como siempre... Desde siempre... El presentador había estado en el circo desde siempre, verdad?

Desde siempre? Pero no había habido un presentador más viejo? En otra vida, en otra época?

En el fondo de su mente, por un momento, un recuerdo de él, con dos personas que podrían ser sus padres, se removió entre el limo que lo cubría. Un recuerdo de la forma en la que una vez, hacía muchísimo tiempo, les había rogado a sus padres que entraran a ver la función...

Todo era confuso en el circo. Molesto por nunca recordar toda la imagen, sacudió la cabeza y desechó el recuerdo, pasando a preocuparse de cosas más apremiantes como alimentar a las sirenas, o comenzar a entrenar al chico para su puesto en el circo, fuera cual fuera.

Mientras el presentador se dedicaba a sus labores, el resto de la tropa comenzó a hacer lo mismo. Silenciosamente, en medio de la noche, los miembros del circo comenzaron a recogerlo.

Esa misma noche, al igual que todas las noches, partirían rumbo a su siguiente destino...


Nunca andes por el camino trazado, pues te conducirá únicamente hacia donde los otros fueron. -- Alexander Graham Bell

En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser. -- William Shakespeare

Entonces, créeme: siempre estaré dispuesto a montarme en la nube que en verdad me toque, aunque exista la amenaza o la certeza de que tendré que bajarme... Siempre preferiré haber soñado que volaba en una nube, a no haber soñado en absoluto. -- Gorka

Puedes llegar a cualquier parte, siempre que andes lo suficiente. -- Lewis Carroll

1 comentario:

O.K. dijo...

Alguien recuerda a Pennywise?

BEEP BEEP Richie! They ALL float down here. When you're down here with us, you'll float too!