lunes, 21 de noviembre de 2011

Una historia sobre Paz



Terminé de escribir mi último post en mi blog, y quedé con una sonrisa idiota en el rostro. Es que me encantaba encontrarme con Paz.

Ella era un personaje que había creado unos meses atrás para una historia de fantasía en un universo alterno, un mundo similar a la edad media real pero con magia, idéntico a tantos otros mundos creados por escritores antes de mí. Era una chica dulce, de largos cabellos color miel, y unos melancólicos ojos del color de la madera de los fresnos jóvenes que habían en mi pueblo. Normalmente usaba una túnica gastada, de un indefinido tono entre verde y gris, que no hacía sino resaltar con su sencillez su belleza.

Para ser alguien a quien no había visto nunca, podía describirla muy bien...

En la historia Paz tenía la habilidad de comunicarse con las plantas, y poseía unas habilidades curativas muy buenas gracias a la mágia druídica que había heredado de su madre, quien había muerto al nacer ella. Su padre, el herrero del pueblo, era un hombretón que escondía bajo su gruñón exterior un corazón de oro, rajado por la muerte de su esposa, a quien aún amaba. Solamente Paz sabía cómo acercarse a él, y solo por ella latía ese corazón.

Para ser alguien a quien no conocía, ella me importaba más que cualquier ser vivo... En ella había puesto todo lo bueno que alguna vez pensé que podría encontrar en una sola persona.

Desde que la conocí... desde que la creé... siempre fue mi personaje favorito. Ni siquiera Lox, el atolondrado guerrero que era el verdadero protagonista de la historia me había gustado tanto como esta inofensiva chiquilla que se había vuelto parte importante del grupo de aventureros que luchaba, mitad por convicción y mitad porque no les quedaba de otra, contra el dominio del malvado ser que estaba destruyendo los pueblos de la nación de Arrakis.

Todos mis lectores, esos mismos lectores que me aplaudieron la brillantez del primer cuento que escribí sobre ese grupo, esos que me insistieron para que continuara la historia, y la continuara, y la continuara, esos mismos lectores eran los que me preguntaban cuándo me decidiría a -por fin- hacer que Lox y Paz fueran pareja. Ellos no sabían que, de solo pensarlo, me desesperaba: cómo entregarla a los brazos de otro hombre cuando era yo quien ansiaba dormir entre sus brazos, y calmar sus temores de chiquilla cuando los truenos de una tormenta nocturna no la dejaran dormir?

Para ser alguien que no existía, era para mí más real que todo lo demás. Ella era lo único que importaba.

Poco a poco todo dejó de tener sentido. Paz era la chica de la que me había enamorado, solo que, a diferencia de las chicas con las que se conformaban mis amigos -los pocos que tenía-, ella jamás estaría en mis brazos. Jamás saldríamos a correr como dos perros sin dueño por la Colina del Amanecer, cerca de su pueblo. Nunca me mostraría la tumba de su madre, ni la tomaría de la mano mientras ella rezaba en silencio para que la naturaleza la recibiera de nuevo en su seno. Ni una sola vez escucharía su cantarina voz, o esa risa que -decían aquellos a los que yo mismo había creado- era capaz de llenar de esperanza hasta los corazones más vacíos.

Jamás podría decirle que la amaba, ni escuchar de sus labios -pues no podía ser de otro modo- que ella también lo hacía. Yo, señor y creador de su mundo, que podía hacer que ella me amara solo por el hecho de que yo la amaba a ella, jamás podría sacarla de allí para atraerla hacia mí, y calmar sus dudas y sus temores con un abrazo infinito.

Pero ya nada de eso importaba. Había terminado la última historia en la que ella aparecería, y ya la había publicado en el blog. Me recosté en la silla y pasé mi mano por mi cara, sobre la descuidada y crecida barba, sobre las ojeras, sobre mis caídos pómulos -había perdido mucho peso en esa época-, sobre mis cabellos lacios y grasosos por la falta de aseo, mientras mi boca seguía con la sonrisa estúpida pintada en ella.

Había sido una obra maestra matarla sin matarla. Había logrado que su pase al mundo espiritual -su "unión a la naturaleza", como lo había llamado en el cuento- fuera al mismo tiempo heróico, necesario, y tan pacífico como merecía una princesa como ella. Había sido un sacrificio; un sacrificio para salvar a su pueblo, a su gente, a sus amigos; y mientras la naturaleza consumía su cuerpo, ella se despidió de ellos asegurándoles que iba a un lugar mejor, a un mundo espiritual poblado por los tótems de las criaturas de la naturaleza, desde donde los seguiría cuidando como hasta ahora.

Lox cayó de rodillas, con una solitaria lágrima rodando por la misma mejilla donde el Barón Sangre le había hecho su herida característica; lloró en silencio por lo que había perdido sin tenerlo. Y mientras él lloraba, yo reía para mis adentros, porque las esperanzas que él había perdido ahora yo las había ganado.

Sin apagar el monitor de la computadora, levanté la pistola y la apunté hacia el lado de mi cabeza. Cerré los ojos un momento para una muda plegaria para que el mundo de sus espíritus y el de los míos fuera el mismo, y al terminar los abrí para leer una vez más su nombre en mi pantalla. Luego, apreté el gatillo.


Cuando dos personas se conocen y se enamoran, hay un súbito flujo de magia. La magia está presente de forma natural en ese momento. Tendemos a alimentarnos en ese flujo gratuito de magia sin preocuparnos de crear más cantidad. Un día nos despertamos y encontramos que la magia se fue. Nos apuramos para hacer que regrese, pero cuando lo hacemos normalmente ya es muy tarde, porque nos la hemos gastado toda. Lo que tenemos que hacer es trabajar muchísimo para crear más magia desde el comienzo. Es un trabajo duro, pero si podemos recordar hacerlo, aumentaremos muchísimo nuestros chances de hacer que el amor continúe con nosotros. -- Tom Robbins

1 comentario:

lchdg dijo...

pffff... llore y todo...