Hay momentos en los que
uno debe escribir, bajo riesgo de que se le rompa algo. Momentos en los
que debes dejar todo lo demás a un lado, pones las manos en el teclado,
y simplemente dejar que la tristeza, el dolor, los sueños rotos, todo,
salga.
El ser humano es una cosa maravillosa y simple a
la vez. Vivimos solo unos años, y sin embargo nos creemos el centro
del universo. Pensamos que nuestra vida es lo único que importa, y que
todo lo demás gira a nuestro alrededor. Pensamos que somos los
protagonistas de nuestra película, sin darnos cuenta que solo somos
extras, como todos los demás. Que se te murió alguien? Que terminaste
con tu novio? Que dejaste todo lo que tenías para irte de tu país?
Despierta: nada de eso le importa a casi nadie más que a tí.
Y
sin embargo, a pesar de esos pocos años que podemos caminar por esta
tierra, algunas personas se las arreglan para volverse inmortales.
Logran crear algo, un invento que cambia la vida de los demás, una nueva
teoría que le da una nueva forma a la realidad, o una obra de arte que
se las arregla para tocar los corazones de las otras personas que
recorren poco a poco caminos invisibles.
Ahorita, por
ejemplo, tengo delante una excelente película, que salió de lo que solo
puedo suponer que fue una excelente novela. Una serie de páginas que
nacieron como un regalo para los familiares del autor, que fueron
escritas en solo unos días, y que cambiaron para siempre la vida de su
creador, logrando además tocar las almas de muchas personas, yo entre
ellas.
La película es
Los puentes de Madison.
Y aquí no les contaré más nada de ella. Véanla, o lean sobre ella
en algún lado. Pero les recomiendo que la vean, sin interrupciones ni prejuicios.
Mientras
veía en la película a esas dos personas, que cualquiera podría conocer o
ser, compartir una vida entera de sentimientos en tan solo un puñado de
días, pensé en muchas cosas. Pensé en la suerte que tuvieron de
encontrarse, por ejemplo. Y luego, pensé en la mala suerte que ellos
mismos decidieron seguir...
Pensé en lo que significa ser amantes; y pensé en
un escrito que una vez un amigo me presentó, una de esas obras de las que hablé arriba, que cambian la vida de la gente; y pensé en
mi propio escrito
que nació por culpa de él, que no llega a ser una de esas obras de las
que hablé arriba, pero que igual lo quiero, como se quiere a un hijo
tarado.
Y entre una cosa y la otra pensé en las
oportunidades que creemos que se dan solo una vez en la vida, y de como
nos encargamos de desaprovecharlas, perderlas, enterrarlas. Y en lo
irónico de las oportunidades que regresan otra vez, y de como nos
encargamos, de nuevo, de dejarlas ir, dejar que se nos escapen, sin
lograr aprender que a veces debemos atrevernos a tomar lo que
consideramos que es nuestro.
Lo malo es que las
oportunidades desaprovechadas no se pierden. Ojalá se perdieran y no
regresaran nunca jamás... Pero el caso es que se quedan contigo en tu
alma. Se quedan contigo como un anzuelo clavado en tu corazón, y al
igual que un anzuelo, no se pueden sacar sin romper aquello en lo que se
clavaron.
Y es en estos momentos, en los que tengo
chance de pensar, sentir y extrañar, que me arrepiento de haber hecho lo
correcto tantas veces. Yo, que siempre he dicho que lo mejor es pedir
perdón y no permiso, que me lleno la boca diciendo que la vida es muy
corta como para no vivirla, me encuentro haciendo lo correcto, y dejando
que los demás lo hagan, y arrepintiéndome de ello. Mucho.
Pero
cuál es la opción? Luego de dedicarle años a una vida, debes
simplemente dejar que se desmorone, por un sueño que no sabes si se
cumplirá, si será como lo imaginas, si te hará feliz? Cómo hacerlo, si
no podemos fiarnos ni siquiera de nosotros mismos, si no somos capaces
de saber si mañana seguiremos sintiendo lo mismo, mucho menos dentro de
una vida? Cómo hacerlo si, al seguir ese camino, parece que dejáramos
de ser nosotros mismos, y desecháramos todo aquello que hemos luchado
por conseguir?
Así como lo justo no es lo correcto
(recuerdan el chiste? que te metan un paraguas por el culo te quedará
justo, pero no creo que sientas que es correcto?), pues a veces lo
correcto no es lo bueno. A veces hacer lo correcto te deja vacío,
triste y arrepentido, y no solo por un rato, sino por una buena parte de
tu vida...
A veces, solo a veces, me gustaría haber
mandado todo a la mierda, y haber hecho que mi vida fuera como yo
quisiera, y no como es correcto que sea...