domingo, 26 de febrero de 2012

La noche de los muertos



Orson levantó en silencio la mirilla de la puerta, para ver hacia el exterior; le había parecido escuchar gritos afuera, pero no había distinguido si estaban formados por los balbuceos incoherentes de los zombies, o por los balbuceos desesperados de un ser vivo.  Con cuidado, observó el trozo de calle que quedaba frente a su casa, pero no vió nada anormal: estaba destruida y solitaria, como siempre.

De repente volvió a escuchar los gritos de nuevo, más cerca y más claros.  Definitivamente eran gritos desesperados, pidiendo auxilio.

Sin prisa, pero sin pausa, Orson descolgó el rifle que tenía siempre colocado al lado de la puerta, y revisó que estuviera cargado.  Quitó los seguros -el del arma y el de la puerta- y salió al exterior, cerrando la puerta tras de sí, y mirando rápidamente en todas direcciones.

Avanzó con sigilo, atravesando su otrora cuidado jardín, en dirección a la calle principal, y justo cuando pisó el asfalto, los vió.  Un grupo de zombies perseguía con zancadas renqueantes a una chica, que corría en pánico, sin una dirección clara.

Una parte de la mente de Orson se fijó en la chica -hacía tiempo que no veía a alguien tan atractiva, y notó una puntada de lástima y soledad pensando en que tuviera que morir-, mientras otra parte, más práctica, ponía en funcionamiento su cuerpo: puso una rodilla en tierra, colocó la culata de su rifle contra su hombro, y disparó una, dos, tres veces.  Tres cuerpos cayeron de espaldas sobre el asfalto, derramando una sangre oscura y viscosa.

La chica lo miró con sorpresa, y comenzó a correr hacia él.  "Mierda" -pensó Orson, al darse cuenta de que la chica se había puesto directamente en su línea de tiro.  Es que acaso la gente no razonaba?  Cómo es que esa chica había sobrevivido tanto siendo tan estúpida?  Orson se puso de pie, y comenzó a dirigirse de espaldas hacia su hogar: conocía el patio de memoria, y sabía que no encontraría ningún obstáculo con el cual tropezar; mientras retrocedía, disparó algunas veces más, y otros tantos cuerpos quedaron inmóviles en el suelo.

La chica ya se encontraba a solo unos metros, y Orson sintió su miedo, así como también sintió el olor a descomposición que emanaba de sus perseguidores, y logró reconocer las palabras arrastradas que salían de sus dañadas gargantas: "hambree!" "alimentooo!" "hambreee!" "déjanos comeeer!" "HAAAAMBREEEE!"...

Orson se giró y abrió la puerta, y entró por ella casi con el mismo movimiento; la sostuvo abierta para que la chica entrase tras él, y luego la cerró de un sonoro portazo, y comenzó a colocar los seguros de nuevo en su sitio.  Unos segundos después, los zombies comenzaron a golpear furiosamente la puerta, mientras la cacofonía de gritos muertos seguía sonando al otro lado de la misma: "déjanos pasaar!" "déjanos comeeer!" "HAAAAMBREEEE!"...

Orson se giró para ver a la chica.  No estaba nada mal, llena de curvas en los lugares apropiados, y con una cascada de dorados rizos adornándole la cabellera.  Aún llena de manchas, suciedad, y con una cara de terror que no era normal, definitivamente no estaba nada mal...

- Gracias -dijo la chica con voz temblorosa, mientras su rostro era surcado por regueros de sucias lágrimas-, en serio, muchísimas gracias por...

- Párate, y sígueme -dijo Orson sin miramientos, y rápidamente se internó en su casa.  La chica se quedó mirándolo un momento, confundida, y luego se puso en pie, medio a rastras y medio cojeando, y lo siguió.  Pasaron por un par de habitaciones hasta llegar a un patio interno, al aire libre; Orson sujetó la reja de entrada para que la chica entrara, y luego la cerró tras él.  Paredes lisas rodeaban al patio, con excepción de una santa maría que cerraba la última pared.

La chica se volvió para preguntarle a Orson a dónde la llevaba, y se encontró con el hombre apuntándole con su arma.

- Desnúdate.

Ella, sorprendida, no acertó a reaccionar.  Unos balbuceos salieron de sus labios, pidiendo explicaciones, a lo cual el hombre repitió su exigencia: "Desnúdate".  La chica comenzó a despojarse de su ropa con manos temblorosas, y algo en su cara hizo que el hombre suavizara su tono:

- No me voy a aprovechar de tí.  Pero no sé si estás infectada, así que debo revisar que no tengas mordiscos en algún lugar del cuerpo.  Tranquila, que no te pondré una mano encima...

La chica, más calmada aunque no del todo, terminó de desvestirse, y quedó temblando en mitad del patio, tapándose como podía los senos con sus manos.  El hombre comenzó a girar alrededor de ella, observándola con detenimiento en busca de alguna herida, hasta quedar directamente tras ella.

- Y bien? -preguntó la chica, reuniendo valor.

- Estás perfecta.  Lo lamento... -dijo Orson.  Inmediatamente, sonó una detonación tras la chica.  Su cuerpo salió despedido unos metros más adelante, donde cayó al suelo como una marioneta a la que le hubieran sesgado los hilos de repente.  Un grito de dolor salió de la boca de la chica, mientras la sangre salía a borbotones de un hueco en el centro de su espalda, donde la bala había perforado piel y músculo, y había destrozado su columna vertebral.

Orson bajó el arma, mirando con tristeza a la chica.  En verdad que le hubiera encantado pasar una noche con ella, pero responsabilidad es responsabilidad.  Además, mientras menos supiera de ella, sería más fácil.  Con todo y eso, quizás con la próxima se la quedaría unas horas para él...

Avanzó hacia la reja por la que habían entrado, la abrió y luego la cerró tras él.  Una vez que la hubo asegurado, presionó un conector que estaba en la pared, y la santa maría que cerraba el cuarto muro del patio comenzó a levantarse.  La chica vió con horror que dos zombies entraban al patio a medida que la reja se elevaba.  No eran mas que niños, de unos ocho años cada uno; el niño tenía la cabeza muy dañada, y le faltaban muchos trozos de piel, dejando a la vista parte de su calavera y sus dientes; la niña estaba en mejor estado, pero le faltaba un ojo: el otro, de un azul acuoso, miraba a la chica con avidez.  Ambos repetían la misma letanía: 

- Haambreee...! Haambreee...!

La chica comprendió de repente, y un grito del más puro terror surgió de su pecho mientras los niños se abalanzaban hacia ella.  Viendo a sus hijos comer, Orson sonrió: los pobrecillos estaban muertos de hambre, pues hacía tiempo que no les conseguía comida buena.

- Buen provecho, bebés.  Papi va a leer un libro un rato.  Recojan al terminar de comer, eh?

La niña levantó su ensangrentado rostro de su festín: trozos de carne de la chica, que aún seguía gritando, golgaban de su boca.  De forma apenas entendible debido a lo llena que tenía la boca, consiguió articular: 

- Graacias, Papii...

Y volvió su atención a su cena.  Los niños buenos comen antes de que la comida se enfríe.


Basado en un sueño de Yukino; gracias por prestármelo!  (A veces, esa chica me asusta...)

1 comentario:

Yukino M. dijo...

"Provided" ;) (y el sustico que te provoco seguro que también te gusta)