sábado, 18 de octubre de 2008

Los niños de la guerra


Avancé hacia la primera línea, apartando a los soldados a mi paso, hasta tener una imagen clara de la cabaña en la que se encontraba atrincherado el grupo de rebeldes.

Un par de días atrás, tras el incidente de MacGuffin, el gobierno decidió que los rebeldes habían ido demasiado lejos, y creó un grupo especial para perseguirlos. El grupo rebelde -hombres, mujeres y niños- había tenido que escapar apresuradamente, alertados por una llamada anónima, y desde entonces habían estado ocultándose y escapando, hasta terminar -los sobrevivientes- en esta cabaña, santuario y trampa al mismo tiempo.

Sus perseguidores los habían encontrado y rodeado unas horas después. Su orden era acabar con ellos inmediatamente, y sólo una llamada de un alto rango de Operaciones Especiales había ganado algunos minutos para los perseguidos.

Mi llamada.

- Operaciones Especiales, Capitán. -me presenté, tras el saludo de rigor- Gracias por esperar...

- No sé qué interés tiene en este grupo -me interrumpió-, pero mis órdenes son claras, y pretendo cumplirlas!

- Se lo aseguro, Capitán, que no es mi intención interferir con su misión. Todos los soldados rebeldes son sólo suyos, y que le aprovechen. Pero ese grupo tiene algo de mi mayor interés, del interés de mi departamento, y espero que me permita obtenerlo antes de eliminar a los rebeldes.

- No lo sé -dudó-... No me dijeron nada sobre esto... Y no veo por qué deba permitirle llevarse nada.

- Sus órdenes son eliminarlos, no registrarlos, y ni siquiera interrogarlos. Su misión estará cumplida, Capitán, y le aseguro que no tendrá ninguna consecuencia negativa. -Al ver que aún dudaba, agregé, con un leve tono de amenaza en mi voz- Ayúdeme, Capitán, y le deberé un favor. Interfiera, Capitán, y se habrá ganado un enemigo...

El Capitán me miró fijamente, y luego de unos segundos, desviando la vista, se hizo a un lado. Extraje un pañuelo blanco de mi abrigo y, mientras lo mantenía a la vista, me quité mi sombrero y mis armas y, tras tendérselas a mi ayudante, inicié el recorrido hacia la cabaña.

Ningún disparo me recibió.

Me abrieron la puerta, y me dejaron entrar. Me revisaron, y sólo al terminar de cerciorarse de que no venía armado dejaron que me acercara a su líder.

Roberto había envejecido años en unos días. Estaba mucho más flaco y ojeroso de lo que nunca lo había visto, y varias canas asomaban entre sus negros cabellos. Se notaba que estaba agotado, y aún así se le veía altivo mientras hablaba, guardando lo único que aún no le habían quitado: su orgullo.

- Hola -me dijo, con una lacónica sonrisa en el rostro-, vienes a despedirte?

- Sí -respondí con seriedad-. No puedo hacer nada por tí ni por los tuyos. Están rodeados, y en unos minutos comenzará el ataque. Pronto, todo habrá terminado, y no hay nada que pueda o puedan hacer.

Roberto me miraba mientras hablaba, con la calma de quien sabe de antemano lo que le están diciendo, y con el vacío en la mirada de quien sabe que todo está perdido. Se levantó de donde se encontraba sentado, y caminó lentamente alrededor de la habitación, hasta apoyarse en el quicio de la puerta, de espaldas a mí.

- La mataron hace un par de noches -dijo con voz apagada-, mientras cruzábamos el río. Ni siquiera pude despedirme de ella, ni siquiera pude enterrarla... -Por la forma en la que hablaba, supuse que lloraba.

- Lo sé, Roberto. Yo sí la ví, y sí la enterré. Y es por ella que estoy aquí. -Roberto me miró, con la duda en su mirada- No puedo hacer nada por los soldados rebeldes, pero quizás aún pueda obrar algún milagro...

Los ojos de Roberto se iluminaron lentamente, a medida que entendía, y gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas. Sólo un leve "gracias" salió de sus labios...

* * *

Salí de la cabaña llevando lo que había ido a buscar, envuelto una sábana, y avancé rápidamente hacia las líneas militares. Al pasar junto al Capitán le agradecí, sin detenerme, su colaboración. Trató de detener mi avance, y preguntó:

- Qué pasó? Qué hablaron? Y qué es lo que se lleva?

- No es su jurisdicción. -volteé, y lo miré con dureza- Ya se lo agradecí, y le dije que le debo un favor. No abuse de mi paciencia... Y, por si las dudas, no está autorizado a informar nada sobre mi presencia aquí, Capitán.

Sin decir más, sin esperar la respuesta del Capitán, seguí mi camino hasta llegar al vehículo que me esperaba. Mi ayudante se subió al puesto de copiloto, y el conductor arrancó.

Con suavidad, abrí las mantas que la arropaban, y ví la carita de la pequeña Sofía, durmiendo como la inocente bebé que era... Me aseguraría de que tuviera su oportunidad en la vida.

Tras nosotros, los disparos se iniciaron.


Tuve un árbol, pero se secó,
Tuve un niño y entre mis manos creció,
Tuve un libro pero envejeció:
El tiempo se llevó
Toda la inocencia que al nacer nos dio.
Las cosas que nunca tuve
Son tan sencillas como irlas a buscar.

-- Pablo Milanés y Ricardo Arjona (La novia que nunca tuve)

Cuando uno da esperanzas, contrae una responsabilidad. -- Svetlana (Guardianes de la Noche)

La encontré y sé que existe, pero no es para mí y nada de lo que yo esperaba sucedió. -- Desde Adentro (3 Puntales de mi esperanza…)

1 comentario:

O.K. dijo...

Chamo, hacía tiempo que no leía algo que me conmoviera tanto. Gracias por compartir tus creaciones.