lunes, 22 de junio de 2009

La última resistencia


La plaza que unos momentos antes había estado casi completamente vacía se encontró de pronto repleta de gente. Unas dos docenas de figuras se encontraban ahora de pie, de frente al humano.

Una gota de sudor corrió por el rostro del hombre, mientras observaba la forma en la que las recién aparecidas figuras miraban a su alrededor, con la calma del amo que, seguro de sí mismo y de sus guardianes, observa la forma en la que sus dominios tocan el horizonte.

- Dónde están los demás? Por qué no han venido a postrarse ante nosotros?

La voz había salido del visitante que se encontraba más cerca del hombre. Su rostro era el de un hombre mayor, aunque no anciano, y su voz reflejaba seguridad y poder. Definitivamente -pensó el hombre-, no tenía pinta de ser alguien a quien se quisiera contrariar.

- No han venido porque no reconocemos amos -dijo el hombre, sorprendido ante la calma con la que surgió su voz, tomando en cuenta que su garganta estaba seca cual desierto.

- No seas idiota. Deja de decir sandeces y llámalos -contestó el mismo visitante que había hablado antes.

- Lo siento, pero no.

El hombre disfrutó por unos breves instantes la expresión de sorpresa que se dibujó en el rostro de su interlocutor. Definitivamente -pensó-, estaba frente a un ser que no estaba acostumbrado a que le llevaran la contraria.

- Allá -dijo uno de ellos, esta vez la voz la de una mujer-, a lo lejos. Son los barcos flotantes.

Mientras los visitantes miraban en la dirección que la mujer había indicado, esforzándose por distinguir qué eran esas formas que se alejaban del suelo, el hombre dirigió una breve mirada a la dueña de la voz que conocía tan bien: era una voz que le había susurrado palabras llenas de amor y deseo durante los últimos meses. Conocía de sobra los labios y el cuerpo de la mujer que ahora era una extraña para él; una mujer en necesidad, a la que él había ayudado y de la que se había terminado enamorando, y que había resultado ser solamente una espía del grupo que pretendía esclavizar a su gente.

Ignorando la pregunta que se le había formado en el corazón -si aún la amaba o no-, se concentró en salmodiar silenciosamente el hechizo que tenía preparado.

Los visitantes observaron, con la calma de quien se sabe invencible, como la plaza se fué rodeando de una esfera rojiza, que se cerró rápidamente, con ellos y el humano en su interior.

- No sé qué pretendes -dijo el visitante que había llevado la voz cantante, mientras levantaba su mano hacia él-, pero eres un idiota por intentarlo.

- Mátame, monstruo -dijo el humano, jugando su última baza-. Moriré con una sonrisa en el rostro, sabiendo que mi hechizo los mantendrá apresados mientras mi gente escapa.

Risas surgieron de entre las filas de los visitantes, e incluso aquel que había hablado se permitió una media sonrisa. Mientras su mano dejaba de apuntar al humano -tal y como este había esperado que pasara- y se dirigía hacia la esfera sobre él, dijo:

- El más poderoso de los humanos no representa para el más débil de nosotros mayor problema que aquel que la más poderosa de las termitas podría representar. Y el más poderoso de los hechizos que puedas haber invocado no será sino cenizas al viento ante nuestro poder. Sabemos -dijo, con una significativa mirada a la mujer, y sin perder la sonrisa- los límites que son capaces de alcanzar... Y ahora comprenderás lo totalmente ridícula que es tu resistencia.

Un haz de luz amarilla salió de su mano y se estrelló contra la barrera. Esta cedió ligeramente ante el empuje de la magia ofensiva, pero en lugar de tratar de repelerla, se alimentó de ella. Rayos amarillos fluctuaron entre las rojizas tonalidades de la esfera, y reptaron por su superficie en dirección al humano.

La energía del hechizo del visitante convergió en el humano, y sus ojos brillaron con su mismo tono amarillento. Ahogando un grito de sorpresa y dolor -nunca había manejado tanta energía- el humano apuntó hacia el visitante que había lanzado el hechizo, y lanzó a su vez un rayo amarillo.

El visitante, sin alcanzar a comprender que una termita estuviese realizando un ataque que podía dañarlo, no acertó a defenderse... Cuando el rayo lo tocó, una explosión transformó de inmediato su cuerpo en un montón de sangre.

El resto de los visitantes observó con horror e incredulidad la mancha de sangre que enrojecía las blancas piedras de la plaza. El humano aprovechó el par de segundos que duró la calma para hacerle unas ligeras modificaciones al hechizo inicial...

La cúpula había sido creada para los duelos mágicos, para evitar que los hechizos de dos magos peleando dañaran a quien se encontraba alrededor. Durante su diseño, como no se sabía qué hechizos debería soportar, se dedicó mucho tiempo en tratar de lograr que resistiera cualquier ataque, y al final se logró: su poder residía en que no se enfrentaba a ninguno de los hechizos que la tocaran, sino que solo les hacía pequeñas variaciones en su trayectoria, absorbiéndolos y enviando su energía hacia donde el hechicero que la creara decidiera: al espacio, a baterías que la guardaran, o incluso a un ser humano...

Una membrana salió de la cúpula y envolvió al humano, instantes antes de que varias andanadas mágicas fueran disparadas hacia él.

La membrana se deformó y reformó ante el ataque, pero resistió, pues como un sauce al viento, supo ceder en lugar de soportar toda la fuerza de la tormenta mágica que cayó sobre ella. Rayos amarillos iluminaron toda la cúpula, y fueron dirigidos hacia el humano, que comenzó de inmediato a responder al fuego. Al instante, las figuras de los visitantes comenzaron a explotar o carbonizarse, al ser atacadas por un poder tan grande como para lograr dañarlos.

Su propio poder...

Algunos lograron reaccionar a tiempo, y levantaron los hechizos defensivos que su prepotencia había evitado que levantaran antes. Pero la gran mayoría murieron por las energías que ellos mismos habían creado.

Sin embargo, la batalla debía acabar en breve, como estaba destinada. Por mucho que evitara ofrecer resistencia a la energía que pasaba a través de él, el cuerpo del humano estaba completamente imposibilitado a soportar tales niveles de poder. El hombre sentía como, a cada uno de sus ataques, algo dentro de él se rompía, se desgarraba, se destruía. Sin embargo, no cejó en su empeño... La vida de su gente dependía de ello.

Al final, su cuerpo no soportó más, y cayó contra las frías piedras de la plaza. Sangre surgía de sus ojos, oídos y boca, y el esfuerzo y el dolor que le causaba el mero acto de respirar indicaban que su fin estaba cerca...

A su alrededor, las figuras se incorporaron y se acercaron lentamente hacia él, en guardia aún ante la posibilidad de un nuevo ataque. De todos los visitantes que habían llegado, solo cinco se mantenían en pie. El humano, a duras penas, movió su cabeza tratando de enfocar a la única entre ellos que había visto con anterioridad.

Al ver que el hombre intentaba hablarle, la mujer se agachó a su lado, tratando de distinguir las palabras que surgían entre salpicaduras de sangre.

- Gané -dijo entre quejidos el moribundo-. Perdieron. Mi gente... Salvada... El honor que... Nunca conocerán... Los venció...

Y tras esas últimas palabras, el humano exhaló un suspiro, y quedó quieto. Una sonrisa suavizaba su rostro, y hacía que casi pareciera que dormía plácidamente. La mujer mantuvo su vista unos momentos más sobre lo que quedaba de una vida que casi había conocido, y luego la levantó, y miró al horizonte.

Ninguna de las naves estaba ya a la vista...


Ninguno de ustedes lo ha entendido. No estoy aquí encerrado con ustedes... Ustedes están aquí encerrados conmigo! -- Rorschach (Watchmen)

Eres buena. Te concedo eso. Pero yo? Soy magia. -- Bullseye

Sacrificar seguidores: existe algún problema que eso NO PUEDA solucionar? -- Lord Xykon (The Order of the Stick)

3 comentarios:

Clara Castillo dijo...

Hola!
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Creo que va a gustarte
Y no te olvides de avisarle a tus contactos, que lo bueno se comparte ;-)
Saludos grandes
Clara
Me quedo recorriendo tu blog, que parece muy interesante!!

Anónimo dijo...

Chispeante, ingrávido, una trampa para los sentidos...

algo para mostrar dijo...

Te superas cada dia mas a ti mismo.